Somos de mecha corta.
Cada vez más.
Me explico:
Cada vez que consumimos algo delante de una pantalla, queremos que sea relevante para nosotros. Y no perdonamos una.
Abúrreme lo más mínimo…
…háblame de algo que no entiendo o…
… di lo mismo que ya están diciendo otros y que ya me sé… y paso.
Cierro tu ventana, o leo otro post, o elimino tu correo.
Sin piedad.
Es como si cada uno tuviéramos un pacienciómetro encima de la cabeza y se fuera agotando con cada cosa que no está depurada.
¿Que hago clic en un enlace y tarda en cargarse? -> paciencia agotada.
¿Que no vas al grano con lo que me quieres contar? -> paciencia agotada.
¿Que leerte es tan divertido como consultar una entrada de la Wikipedia? -> paciencia agotada.
Cada paciencia agotada es un paciente perdido. Alguien que se va. Y que es improbable que vuelva.
Y todo por no comunicar teniendo presente el concepto del pacienciómetro.
Esto lo aprendí de Steve Krug, un experto en usabilidad web y autor de un libro que ha envejecido muy bien y que se llama «No me hagas pensar».
Es así. Haz pensar a tu lector en tu web o en tu mail y lo agotas. A él y a su paciencia. Y cuando ocurra, adiós.
Puede que tus páginas de servicio enganchen desde la primera palabra y estén escritas en un lenguaje que podría entender un chico de 14 años. Tal vez escribes correos que informan de tus servicios a la vez que entretienen. Y consigues que te lleguen pacientes privados todas las semanas por la red. En ese caso, tal vez no tenga sentido apuntarte a mi lista de espera:
>> Apúntate a la lista de espera de Javi Vicente
Cada vez más.
Me explico:
Cada vez que consumimos algo delante de una pantalla, queremos que sea relevante para nosotros. Y no perdonamos una.
Abúrreme lo más mínimo…
…háblame de algo que no entiendo o…
… di lo mismo que ya están diciendo otros y que ya me sé… y paso.
Cierro tu ventana, o leo otro post, o elimino tu correo.
Sin piedad.
Es como si cada uno tuviéramos un pacienciómetro encima de la cabeza y se fuera agotando con cada cosa que no está depurada.
¿Que hago clic en un enlace y tarda en cargarse? -> paciencia agotada.
¿Que no vas al grano con lo que me quieres contar? -> paciencia agotada.
¿Que leerte es tan divertido como consultar una entrada de la Wikipedia? -> paciencia agotada.
Cada paciencia agotada es un paciente perdido. Alguien que se va. Y que es improbable que vuelva.
Y todo por no comunicar teniendo presente el concepto del pacienciómetro.
Esto lo aprendí de Steve Krug, un experto en usabilidad web y autor de un libro que ha envejecido muy bien y que se llama «No me hagas pensar».
Es así. Haz pensar a tu lector en tu web o en tu mail y lo agotas. A él y a su paciencia. Y cuando ocurra, adiós.
Puede que tus páginas de servicio enganchen desde la primera palabra y estén escritas en un lenguaje que podría entender un chico de 14 años. Tal vez escribes correos que informan de tus servicios a la vez que entretienen. Y consigues que te lleguen pacientes privados todas las semanas por la red. En ese caso, tal vez no tenga sentido apuntarte a mi lista de espera:
>> Apúntate a la lista de espera de Javi Vicente
Es para que hablemos de cómo montar la estrategia más sencilla para atraer pacientes a tu consulta de manera regular. Con sus pacienciómetros a tope y deseando ponerse en tus manos.
Pero si ya estás conforme con el número de pacientes privados que acude a tu consulta, igual no lo necesitas.
Que tengas un gran día.
Javi «tus pacientes tienen pacienciómetro» Vicente.
Pero si ya estás conforme con el número de pacientes privados que acude a tu consulta, igual no lo necesitas.
Que tengas un gran día.
Javi «tus pacientes tienen pacienciómetro» Vicente.
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